La semana pasada les fue bien, pero esta semana nadie los salva [insert maniatic laugh]…
“Que los diversos conceptos filosóficos no son algo arbitrario, algo que se desarrolle de por sí, sino que crecen en relación y parentesco mutuos, que, aunque en apariencia se presenten de manera súbita y caprichosa en la historia del pensar, forman parte, sin embargo, de un sistema, como lo forman todos los miembros de la fauna de una parte de la tierra: esto es algo que, en definitiva, se delata en la seguridad con que los filósofos más distintos rellenan una y otra vez cierto esquema básico de filosofías posibles. Sometidos a un hechizo invisible, vuelven a recorrer una vez más la misma órbita: por muy independientes que se sientan los unos de los otros con su voluntad crítica o sistemática: algo existente en ellos los guía, algo los empuja a sucederse en determinado orden, precisamente aquel innato sistematismo y parentesco de los conceptos. El pensar de los filósofos no es, de hecho, tanto un descubrir cuanto un reconocer, un recordar de nuevo, un volver atrás y un repatriarse a aquella lejana, antiquísima economía global del alma de la cual habían brotado en otro tiempo aquellos conceptos: - filosofar es, en este aspecto, una especie de atavismo del más alto rango. El asombroso parecido de familia de todo filosofar indio, griego, alemán, se explica con bastante sencillez. Justo allí donde existe un parentesco lingüístico resulta imposible en absoluto evitar que, en virtud de la común filosofía de la gramática - quiero decir, en virtud del dominio y la dirección inconscientes ejercidos por funciones gramaticales idénticas -, todo se halle predispuesto de antemano para un desarrollo y sucesión homogéneos de los sistemas filosóficos: lo mismo que parece estar cerrado el camino para ciertas posibilidades distintas de interpretación del mundo. Los filósofos del área lingüística uralo-altaica (en la cual el concepto de sujeto es el peor desarrollado) mirarán con gran probabilidad «el mundo» de manera diferente que los indogermanos o musulmanes, y los encontraremos en sendas distintas a las de éstos: el hechizo de determinadas funciones gramaticales es, en definitiva, el hechizo de juicios de valor fisiológicos y de condiciones raciales. - Todo esto, para refutar la superficialidad de Locke en lo referente a la procedencia de las ideas.”
Más allá del bien y del mal, Friedrich Wilhelm Nietzsche, Aforismo número 20.
El lenguaje nos determina. El lenguaje por sí mismo y en sí mismo conlleva una filosofía propia que no se escapa a nuestro subconsciente, una filosofía que tarde o temprano sacamos del sombrero creyéndola nueva y original. Volteamos la mirada, y vemos pruebas por doquier que confirman nuestra verdad, signos por doquier que confirman nuestras recién encontradas verdades sin darnos cuenta que son precisamente esos signos los que nos fueron inspirando poco a poco, en primer lugar, para llegar a esas conclusiones nada verdaderas.
Recuerdo cómo después de leer mis libros de historia se me hizo bastante obvio que cada sociedad iba criando a una clase social dominada que tarde o temprano derrocaría a la clase social dominante. Al averiguar años más tarde que esta era una enseñanza Marxista me sentí realizado y satisfecho, había llegado a la misma conclusión. Hasta que caí en la cuenta que tal vez esos libros que leí, esas opiniones que escuché, estaban tan impregnadas de marxismo que era obvio yo llegase a esas mismas conclusiones, como el asesino o el escritor hábil, que saben plantar los indicios adecuados para inspirarnos la solución incorrecta de la trama/asesinato.
Y el lenguaje es acaso el agente, el asesino más sutil que tenemos, quien nos guía y abre caminos para llevarnos siempre a donde mismo. Al lenguaje mismo, a sus raíces.
Los lenguajes tienen una lógica implícita que no podemos dejar de atender, una lógica que es fácil vislumbrar a simple vista y desde la superficie, siendo este el máximo peligro, pues al poner atención en la trampa de la superficie, nos parece que no caeremos en ella sin entrever las consecuencias más profundas. Me gustaría ser capaz de redactar aquí algún ejemplo preciso de las diferencias entre lenguajes, pero, desgraciadamente, como nunca me han interesado realmente los estudios “linguales” me limito a poner el que primero se me ha ocurrido: el orden de sujeto y adjetivo.
En el español se dice “ala blanca”, pero en inglés hablamos de “white wing” y en el japonés, en el cual no estoy nada entrenado, me parece que acabaría siendo algo así como “shiroi tsubasa” (si alguien sabe la correcta expresión no dude en hacérmela saber). Notamos inmediatamente cómo en los dos últimos lenguajes, se da una importancia de lugar al adjetivo por sobre el sujeto, cosa invertida en el español. Más aún, observamos cómo en el inglés tenemos un caso de sujeto antes que adjetivo “the wing of Emily” que sin embargo acaba siendo por lo general trastocado como “Emily’s wing”. Es decir, tenemos una tendencia profunda a ordenar las cosas de la manera que mejor nos suenan, de la manera que más estamos acostumbrados. Y ya sabemos que la costumbre es mala consejera.
Otro ejemplo del lenguaje que es interesante observar es las capacidades e incapacidades de cada idioma. Cuando yo digo “se pintó del color de la furia”, aun cuando es una expresión de contexto poético no podemos dejar de entenderla con poca o nula dificultad; el color de la furia es el rojo y acaso la frase no haga referencia a que la persona se puso roja literalmente como que tal vez se le notaba la furia con una claridad espantosa. Ahora, esta expresión sería totalmente ingenuo traducirla literalmente al inglés, que quedaría más o menos “he was painted the color of fury”, que no me suena a una frase muy convincente. Si bien mi falta de ascendencia y natalidad sajona acaso engañe a mis oídos. Lo cierto es que puede que haya expresiones equivalentes, que dan ideas similares, pero jamás una que realmente capte todo el sentido que la frase original hispana nos inspiró.
Como nota a este respecto, quienes más familiarizados están con el tema son los traductores, quienes siempre se la ven “en figurillas” para traducir tal y cual expresión, y es tan imposible la empresa que, según me cuentan, la palabra traductor viene de la misma raíz (o de la raíz) traición/traidor. Es decir, jamás nadie está conforme, jamás una frase le hace la justicia que creemos merece a aquella expresión original con quien tan encariñados estamos. Si bien hay casos curiosos donde el ya citado Marx estaba más contento con la traducción que había de su obra al francés que de la obra original que él había escrito, ¿habrá sido que se equivocó de lenguaje?
Como el mismo Nietzsche dice, el alemán es una lengua pesada, ¿cómo no querer que la filosofía alemana así lo sea?
Cada lengua tiene su ritmo.
Antes de proseguir, hay otro ejemplo que acaso nos sirva a bien: el verbo “to be”. Según un maestro de hace varios años, una de las mayores dificultades que tienen aquellos que aprenden el español es el entender la diferencia entre “ser” y “estar”. Más aún, parece ser que muchos consideran que los hispanos tenemos esa ventaja filosófico-lingüística al haber crecido con una separación tan rica y sutil como lo es la de “ser” y “estar”. Sea realmente una ventaja o un simple arranque de orgullo idiomático, fue un dato que finalmente respondió mi duda de la primaria: ¿por qué tanto argüende con decir que es el verbo “ser/estar”? En mi joven e infante cabecita no cabía que esa era realmente una diferencia crucial.
Como vemos, las lenguas nos influencian más allá de lo que nos parece, en el fondo, siempre pensamos con palabras, y si cada palabra es un prejuicio, y más aún, el orden en que ordenamos ese prejuicio es una costumbre, no hace falta mayor razón para empezar a dudar...
Sin embargo, he aquí que encuentro una pista de mi ser y de una de las diferencias que me parece encontrar de mi persona con el medio de la gente. Yo no creo que haya realmente gran diferencia entre las personas de un lugar o de otro, me parece que a cierto nivel, todos acabamos siendo lo mismo. Estas pretensiones mías de igualdad mundial sin embargo no indican que el mundo no sea diverso como tantas personas lo han atestiguado, sino que simplemente mi vista está habituada a hallar antes semejanzas que diferencias. Y esto se debe, según me parece, a que mi forma de razonar no es lingüística sino imaginativa, es decir, razono con imágenes.
La primera prueba de esto es la inexactitud con que me expreso, para mí el lenguaje es una suerte de godete lleno de colores con los cuáles voy pintando una imagen, un cuadro. Es por ello que uso palabras ambiguas y sinónimos en abundancia, porque no busco tanto que se entienda la relación de los significados abstractos de las palabras como que quiero que esas palabras inspiren una cierta imagen, una escena donde se proyecta aquello que estoy pensando.
Además de las varias llamadas de atención por parte de aquellos que no logran seguir mi inexactitud del lenguaje, otra pista es la incapacidad que noté en mí mismo desde temprana edad a no entiendo los dobles sentidos. El doble sentido, sea como sea que funcione, es algo que me está en gran medida negado y desde muy chico, como ya dije. Más aún, puedo deducir algunas palabras desde su etimología, pero he notado cómo sólo funciona para palabras nuevas (y sólo a veces) y nunca para las que ya conocía, he tardado años encontrando las relaciones etimológicas de palabras que uso diario y de las que, que según parece, todos ya estaban al tanto. Mi deducción es que no tengo ejercitado/desarrollado un razonamiento sonoro. Sin embargo, las palabras no siempre son sonidos, también las hay como dibujos, y me he sorprendido muchas veces a mí mismo sin lograr entender el significado de alguna frase porque necesitaba “escucharla” en mi mente, y no sólo interpretar visualmente los signos como acostumbro. En otras palabras, aún cuando suelo escuchar lo que leo, realmente es una ilusión, hago más caso a la imagen que inspira esa otra imagen. Esa palabra impresa, me inspira. Dato curioso, hubo un tiempo en que platicaba tanto por el MSN que llegué a perder práctica en la plática verbal, acababa no sólo tartamudeando sino simplemente no hallando las palabras que podía y debía decir.
Y antes de proseguir, me permito hacer un breve corolario a manera de justificación y enriquecimiento de mi nada despreciable exposición: mis ejemplos. Todos mis ejemplos son salidos de mi experiencia y habrá quien me les discuta ese origen personal como su primera y más grande falla. Sin embargo, y al igual que Nietzsche en quien se basa toda esta disertación, yo creo que no hay juicios/razones/filosofías que no sean personales. Y aquellos que más ensalzan en decir que sus juicios son realmente ausentes de toda subjetividad y poseedores de toda verdad son los más falsos y mentirosos (y sólo es necesaria un poco de investigación y agudeza para ello). Todo sale de nosotros y como tal, todo huele a nosotros.
Como dijo mi ya muy citado Nietzsche en el aforismo 5 de la opere citato, son más honestos los místicos que hablan de “inspiración” que los filósofos que hablan de “verdad”.
Volviendo al asunto, mi razonamiento visual tiene un trasfondo muy sencillo: la televisión. Crecí viendo una televisión que no sólo estaba inundada de programas gringos con referencias culturales que nunca entendía, sino incluso la televisión nacional hacía referencia a otros lugares y modismos con los que este pequeño chico de “pueblo” tampoco estaba familiarizado. En resumen, siempre estuve al tanto que el mundo estaba lleno de cosas que nunca comprendería y acaso tampoco vería. Aún recuerdo mi emoción la primera vez que ví un bote de basura de metal, yo juraba que no existían, que era una representación gráfica universal que a alguien se le había ocurrido así como los japoneses nos enseñaron años más tardes que una gotita en la cabeza significaba que alguien acababa de decir/hacer algo absurdo.
Otra fuente influencia fueron los cortos que solía pasar el canal 11 en la muy célebre Ventana de Colores (así como otros espacios de similar contenido). La susodicha barra de programación estaba hecha a base de cortos como ya se dijo, muchas veces mudos, que sin embargo contaban historias que era difícil no entender. Es cierto que los niños no pueden entenderlo todo, pero podemos intuir de qué trata o qué sentimiento está ahí. Como cuando mi tía murió y mis primos los más chicos no dejaban de llorar, no entendían qué pasaba, pero el ambiente fúnebre no les era ajeno, entendían que pasaba algo muy triste.
También puedo citar otra experiencia de mi infancia, cuando veía televisión en inglés sin subtítulos o sin poder leerlos, a pesar de lo cual podía entender a grosso modo lo que ocurría, ya fuera la película esa de los payasos que te encerraban en vainas para chuparte la sangre como una extraña historia de un niño al que le hacían burla por las alas con que había nacido. Dato curioso, en mi niñez no recuerdo haber visto subtítulos, pero ahora que lo recuerdo, esas películas debieron tenerlos, pues la muchacha que hacía el aseo así como mi familia me platicaban de qué trataban dichas películas, lo que me inclina a pensar que no recuerdo los subtítulos porque simplemente eran algo que no figuraba en mi mundo.
Regresando a los cortos, había dos variedades de ellos que me dejaron una fuerte impresión, por una parte los que provenían de Rusia*, y que aunque muchas veces identifico con una "zona" de Europa, no dejan de tener un sabor bastante peculiar, y también, algunos programas con títeres japoneses que manejaban historias con elementos que en manera alguna me eran familiares, aunque sólo necesite ver una vez las famosas bolas de arroz para entender que era un alimento equivalentes a mis sándwiches para el recreo, y con todo y que no probé un onigiri/bola de arroz sino hasta como 15 años después.
Hablando de caricaturas japonesas, ésa fue una segunda racha que acabó por derrumbar cualquier pretensión que pudiera yo tener de lo que “debía ser” el mundo. Mucha gente perjura que no entiende ni jota de los famosos ánimes, mientras que para mí tienen el mismo grado de ver verosimilitud que en su momento tuvieron las caricaturas gringas, los dos eran lenguajes especializados y con fuertes dosis culturales que aprendí a aceptar sin más (porque simplemente no tenían sentido para mí, y además tampoco poseían un sentimiento inherente que se pudiera captar con el "corazón") y bajo los cuáles aprendí también a ver una cierta “unidad”, bajo esos dibujos, había sentimientos que podía percibir, sentimientos de personas con un código genético en gran medida similar al mío y, por tanto, era posible entenderlos. Las diferencias me acababan pareciendo superficiales, y no porque notara que no eran diferentes, sino porque veía la posibilidad de entender. Una persona, sin importar su raza, puede ser educada según la cultura en que nazca, cualquiera ésta sea (incluso pasa entre simios**). Es menester matizar aquí que un blanco nacido y criado en África probablemente no correrá más rápido, pero justo en este momento me vienen a la mente los casos de los niños salvajes que acaban siendo capaces de hazañas sobrehumanas pero muy naturales para los animales.
Ahora, un ejemplo muy curioso sobre la carga cultural de las caricaturas está en la gran obra japonesa Sen to Chihiro no kamikakushi/El viaje de Chihiro, que provocó un ataque de risa sin precedentes en mi entonces todavía no finiquitada abuelita (EPD). Lo que noté por sus propias palabras, es que nada de lo que veía tenía sentido para ella, en mi caso tampoco tenía sentido debo admitir, pero yo estaba acostumbrado a que las cosas no tuvieran sentido, no así ella. El personaje que más risa desató en ella fue el gran mono blanco que traía un extraño sombrero rojo con lechugas. Después del incidente, fijé mi atención en el monigote y noté que era una suerte de antropomorfización de un tubérculo (por los “bigotes”) y que el sombrero era realmente uno de esos platitos que los japoneses usan para comer. Hasta la fecha me parece que el personaje representa una materialización de algún platillo japonés a base de raíces y que se come con lechuga. Lo más probable es que aún con todo el bagaje cultural que ya he acumulado de la cultura japonesa, no le haya entendido en nada. Lo cual no deja de hacer que la película esté muy bonita, y se sienta como tal.
Para finalizar, mi intención aquí no es decir que mi tipo de razonamiento sea superior por ser visual, para nada. Ni tampoco que yo comprenda mejor a otras personas, tampoco. En el último caso, podría decirse que simplemente yo tengo el prejuicio de que todo “puede entenderse” de alguna manera. En el primer caso debo añadir además que aun cuando fuera cierto que tengo un razonamiento de tipo visual, este no está exento de prejuicios o mejor dicho, de preferencias. Yo soy un hombre de líneas, para mí la representación más bella que existe de las imágenes son las líneas y como tal, tengo un cierto desprecio por los colores. Probablemente esto se deba a que en mi infancia fui criado por libros para colorear que jamás coloree (hasta la fecha odio colorear), y se me hizo más evidente cuando mostré uno de mis cuadernos de bocetos a varias personas y el dibujo que gustaba más a todos era uno que a mi parecer era de los peores. Sin embargo, ese dibujo tenía sombreado, tenia una cierta textura que era lo que atraía la simpatía de todos. Esto también me reveló que no todos logran captar las sutilezas de una línea puede insinuar. Claro que esto no significa que no me gusten los colores, pero sí significa que un dibujo con un color y textura exquisitos, me pueden parecer horribles si sus líneas no son “perfectas”. En resumen, también mi forma de pensar tiene un orden y preferencia que me haría imposible poder encontrar cualquier verdad.
Después de todo, la verdad es una mujer...
*La imagen que aparece es de uno delos cortos que veía, llamado Leo & Fred, y que resulta no es ruso, sino búlgaro.
**Hay un experimento donde se tomaron crías de una raza muy agresiva de simios (digamos mandriles) y se les crió con una raza de simios más amables. Los “mandriles” se comportaban como los simios que los habían criado y no había muestra de la agresividad que se creía inherente a su raza. Incluso cuando se les puso con un grupo de su misma especie, seguían intentando comportarse con la amabilidad de la especie que los crió.
2 comentarios:
Entiendo claramente a que te refieres, lo hemos comentado.
La idea de imagenes más que palabras es pretención de universalidad, no que seas pretencioso, es una idea que podría abarcar desde las cuevas de altamira, una realidad universal, aunque el simbolismo sea diferente, no importa, la imagen nos dice que es una vaca, asi la interprete yo como cow, mucca o lo que sea, es una vaca.
El persnaje de Shijiro es un nabo, los nabos forman parte muy importante de la comida japonesa, podría ser jenjibre, pero entonces sería cafe, o ging sen, pero también es más obscuro.
Lo de imaginar posibles todas las cosas es pureza, jaja, niño puro.
La inocencia hace que no pongamos limites a las cosas.
Lo del color, es prudencia, te gustan los colores pero aveces temes "ensuciar la linea". ¿No?.
Bien, muestras tus colores verdaderos, o como diría Cidy, your true colors, o tus colors de a true.
Por fin terminé este laaaargo post. Y sí, me identifico mucho con tu percepción visual, aunque creo que una de mis más grandes percepciones es auditiva y a veces olfativa.
Cada quien es sensible al mundo a su manera, cada quien percibe de manera distinta. Todos somos prisioneros de la cultura y de nuestro entorno. Pero dentro, hay algo inexplicable que nos libera.
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